24 May Cómo ayudar a un ser querido que padece un trastorno de la conducta alimentaria (TCA)
Los trastornos de la conducta alimentaria están a la orden del día. Su diagnóstico ha aumentado exponencialmente en los últimos años, hasta un 80%, y en particular afecta a la población femenina, empezando cada vez más pronto. A nivel social, nos encontramos en un contexto que favorece y cuestiona los cánones de belleza a partes iguales. Encontramos mensajes que cada vez nos ayudan más a ver otras realidades, pero a su vez, también mensajes que hacen que tengamos muy presentes ideales poco realistas.
Este síntoma es la forma que una persona encuentra de gestionar algo que le provoca malestar, se expresa a través de la relación con la comida y atraviesa diferentes ámbitos. Uno de los elementos esenciales es que la persona percibe que su conducta le reporta algún beneficio positivo para su estado -bienestar, fuerza, control, singularidad, atención, etc.- y se puede ir desarrollando una pauta similar a la adicción.
En este diagnóstico es muy relevante la familia, su estructura, sus dinámicas y su forma de entender el problema. Esto afecta directamente a la relación con nuestra paciente, la cual se verá favorecida por ciertas dinámicas que se den en casa o, por el contrario, se refugiará más en el síntoma para sobrellevar otras dinámicas más perjudiciales. Desde el libro “Los trastornos de la alimentación. Guía práctica para cuidar de un ser querido” se ilustran las actitudes que se encuentran de manera más en común en los cuidadores:
Actitudes
Actitud del canguro: la fragilidad de nuestro ser querido alienta en nosotros actitudes protectoras, que nos hagan mantenerlo a salvo como si lo lleváramos en una bolsa. En su intento de ayudar, se abarcará todo lo que esté en mano, tratando con exquisito cuidado al familiar para que no sufra ninguna alteración ni estrés.“El reverso de asumir todas las responsabilidades, es que nuestro familiar no va a aprender a afrontar y dominar las complicaciones de la vida, quedándose atrapado en su papel de niño”.
Confrontación de rinoceronte: esta postura conecta más con el agotamiento y el estrés que provocan las características del trastorno: rigidez, intransigencia o malestar. La paciencia se va agotando y nos encontramos intentando persuadir con la lógica o la confrontación. El problema de esta actitud es que nuestro familiar se sentirá atacado o poco comprendido y se afirmará más en el síntoma, dado que este tiene un carácter emocional, la lógica nos puede hacer entender las cosas pero muchas veces es insuficiente para cambiar cómo nos sentimos.
El punto justo. El delfín: para nuestro familiar, es como si estuviéramos en el mar y su trastorno de la alimentación fuera su flotador. No estará dispuesto a renunciar a la seguridad de su flotador mientras sienta estrés y peligro en su entorno. El delfín reflejaría la actitud de ir empujando poco a poco y suavemente hacia un terreno más seguro donde el flotador se necesite menos. El delfín puede nadar a veces delante para marcar el camino y guiando y otras veces puede limitarse a ponerse detrás, dando ánimos y siendo paciente con el proceso.
Emociones
Otro punto relevante en nuestra relación es el aspecto emocional.
El avestruz: ante el estrés y la tensión que se vive, hay familiares que optan por desconectar porque sienten que no entienden el problema o cómo pueden ayudar. Esto lo podemos denominar como “la táctica del avestruz”, con la cabeza escondida en la arena. Se ignoran las consecuencias del problema y se trata como si no fuera relevante para la familia. Puede que el avestruz opte por pasar el mayor tiempo posible fuera de casa, o en otras actividades, en lugar de afrontar o hablar sobre lo difícil de la situación.
La medusa: muchas personas se ven sobrepasadas por sus reacciones emocionales de manera intensa y transparente. Está muy asociado a la culpa o a la sensación de fracaso como padres, y estos niveles tan elevados de culpa generan sensación de agotamiento y desesperación. Esta reacción hiperemocional hace que hasta su propia salud se vea afectada, lo cual no contribuye a mejorar la situación familiar.
El perro: a este animal se asocia la confianza e incondicionalidad, el apoyo a pesar de las circunstancias y la paciencia. El perro es sereno y tranquilo: no entra en pánico, no grita, no chilla.
¿Te sientes identificado con alguno? ¿lo ves en algún familiar tuyo? Es difícil saber cómo gestionar una situación tan complicada que implica tanto malestar. Si sientes que, como familiar, necesitas ayuda, o piensas que tu ser querido está listo para recibir ayuda, contáctanos. Estaremos encantadas de ayudarte.
info@orukamipsicología.es 689 92 35 26
Referencias:
Crane, A., Smith, G., & Treasure, J. (2015) “Los trastornos de la alimentación. Guía práctica para cuidar de un ser querido”. Serendipity. Desclée de Brouwer: España.
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