07 Abr Cómo reforzar las normas y comportamientos positivos
Es sabido que la infancia es un periodo fundamental en la constitución de la psicología individual. En este periodo se desarrollan procesos psicológicos complejos y la base de lo que serán nuestras capacidades, conductas, creencias, expectativas, etc. Los que son padres saben que esta tarea es compleja y que la crianza siempre supone retos y frustraciones a la vez que una fuente de emociones positivas muy intensas. Una clave importante en el desarrollo es la confianza, esta será una base muy importante en su autoestima y en su capacidad de bienestar futuro. Álvaro Bilbao da algunas claves importantes en su libro “el cerebro del niño explicado a los padres”:
Mostrar buenos modelos de actuación: la observación (también llamado aprendizaje vicario) e imitación es una de las fuentes de aprendizajes principales en este periodo. El cerebro dispone de un circuito de neuronas cuya finalidad es aprender a través de la observación, llamadas “neuronas espejo” (sí, son las que también están implicadas cuando alguien bosteza y nos lo pega). Las conductas que el niño observa de sus cuidadores principales son las que se irán insertando en su repertorio (cómo el padre gestiona su enfado, cómo mamá le transmite el cuidado, cómo hay que comportarse cuando se va a un sitio nuevo… etc). Esto no significa que haya que ser perfecto en todas las situaciones pues ya sabemos que eso es imposible. Es ir reflexionando sobre nuestras propias conductas y emociones y ser conscientes de su relevancia ¿qué tipo de persona queremos que sea nuestro hijo? ¿cómo me acerco yo a ese ideal?
Reforzar las conductas positivas: alentar las conductas y gestos positivos se ha demostrado más eficaz que estar castigando o señalando lo que no nos parece bien. Los refuerzos aplicados en el momento adecuado y con la frecuencia adecuada son clave. Tampoco se trata de reforzar todo indiscriminadamente porque con ello no le ayudamos a discernir y creamos una especie de pequeño tirano. Reforzar significa fortalecer un comportamiento, y esto es algo tan natural como pueda ser una sonrisa, un gesto de cariño cuando nos enseña algo importante o un abrazo. Esta interacción social es la más potente como reforzador, por encima de las cosas materiales. Actúa en el cerebro del niño desencadenando un chute de dopamina -lo cual hace que relacione la conducta realizada con la sensación física de satisfacción-.
¿Cuándo reforzar? Cuando veamos un progreso, una actitud nueva y positiva (como el esfuerzo o la concentración), cuando el niño repare un error que cometió o cuando quiera compartir su satisfacción. Esto ha de realizarse inmediatamente, dado que cuando más tiempo transcurra menos se establece la asociación. Valorar y fijarnos en los pequeños progresos, sin esperar que las cosas salgan bien a la primera dado que el cerebro cambia poco a poco, a base de repeticiones y aproximaciones sucesivas.
¿Cómo no reforzar? Hay algunas recompensas-trampa que a larga producen el efecto contrario. Por ejemplo, refuerzos que dejan ver insatisfacción (por ejemplo, si la mamá de Pablo le dice “lo has recogido todo, pero he tenido que pedírtelo tres veces”) o refuerzos que expresan obligación: “muy bien espero que a partir de ahora lo hagas siempre así”, lo cual su cerebro detectará una exigencia en vez de un reconocimiento.
El mejor momento para reforzar es cuando se está enseñando algo nuevo o cuando haya hecho un progreso en un comportamiento concreto. Y, lo más importante, el tiempo y el cariño (es decir, el reconocimiento) tiene un efecto mucho más potente y sano que las recompensas materiales y la comida.
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