18 Ago Desarrollo cerebral en niños ¿cómo gestionarlo? – Parte II
Un concepto clave es el de equilibrio. Este equilibrio es importante entre la parte emocional y la racional (que explicábamos en la parte 1). A la hora de criar a nuestros hijos siempre tenemos expectativas e ideas: a qué se dedicará, qué partes de su personalidad son las importantes, amor, amistades, etc. Hay una idea bastante instaurada a nivel social que tiene que ver con el intelecto. A mayor intelecto, más felicidad, es decir, mayor bienestar emocional (¿os acordáis cuando hablábamos en la parte 1 de la parte racional y la emocional?). Como comenta el autor, la realidad es que la correlación entre ambas partes es nula. No existe ninguna relación entre la parte emocional y la intelectual. Esto es algo que el lector habrá podido comprobar en su entorno. Existen personas con grandes capacidades intelectuales que no logran encontrar el bienestar, que sufren de estrés crónico o no saben mantener relaciones interpersonales satisfactorias. Por otro lado, existen personas con menos éxitos laborales o académicos que saben regular mejor sus emociones, están más ajustadas con su entorno o que logran mayores niveles de bienestar. No es que ninguno de los dos pensamientos sea mejor que el otro. Simplemente que en las diferentes situaciones de la vida se nos requiere de un estilo de pensamiento u otro y debemos estar sintonizados con ambos para poder ajustarnos bien. La meta ideal es que la persona tenga estas dos partes integradas y en armonía.
Educar con sentido común. Lo que más se puede observar en la práctica clínica son los extremos. Por un lado, padres que tienen ideas fijas sobre las cosas y les cuesta flexibilizarlas o adaptarse a las necesidades de sus hijos y que están más gobernados por la parte racional. A veces como padres, nos cuesta que las cosas salgan mal, que los niños se frustren, que nos quedemos sin la dosis exacta de biberón, que no nos quedemos sin la crema que le solemos echar por las noches. Esto nos puede generar estrés o frustración y es algo que fácilmente pueden percibir los niños. Atenderles con calma a pesar de ello es la manera más básica -y muchas veces muy difícil- de transmitirles confianza y bienestar.
Otras de las creencias polarizadas es que es mejor no ponerles límites o, al contrario, ponerles muchos límites. Ambas son perjudiciales en tanto que los límites son necesarios y forman parte de la adaptación y el ajuste que necesitamos. Pero que si no se dan el niño crece con falta de confianza y ajuste, y si se dan en exceso también produce falta de confianza porque el niño se percibe muy vigilado y presionado. No hay margen para el error -el cual es fuente de aprendizaje-. También puede percibir el mensaje de que se valora más lo que hace que quién es.
Como vemos, no es fácil educar y como padres hay que darse margen para equivocarse y hacerlo mal. Ser flexibles con nosotros mismos nos ayudará a ser flexibles con nuestros hijos y esto se traducirá en estar más ajustados a sus necesidades.
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