19 May Las emociones y su trabajo, ¿por qué son importantes?
Quizás algunos de vosotros penséis que esto de las emociones es cosa de niños… la realidad es que el trabajo en emociones es primordial tanto en la infancia como en la adolescencia y vida adulta. Es en la infancia donde, en principio, desarrollamos y aprendemos de conciencia emocional, regulación y expresión, sobre todo desde la familia hasta el colegio. Son lugares donde las emociones se pueden ver alteradas y, por lo tanto, co-reguladas. Pero ¿qué pasa si esto no es así? Si en los lugares principales no he sabido o no he aprendido a regularme emocionalmente, si nadie me ha “corregido” o guiado en el proceso, si expreso y nadie me responde, o si expreso de forma abrupta y me castigan… esto son varios ejemplos de lo que puede pasar en la propia expresión. Por esto y otros motivos es importante prestar atención a este aspecto. Lo que pasa es una sintomatología desregulada, son muchos los adultos que vienen a consulta con muchas emociones sin regular y sin resolver, que por lo tanto dan lugar a otros síntomas más llamativos o incapacitantes.
Iniciar a los más pequeños en el conocimiento de las emociones va a favorecer una posterior regulación y expresión emocional. Y las fases se dan en ese orden, porque de ser al contrario probablemente nos expresaremos de forma poco coherente, mostrando rabia cuando en realidad es tristeza, efusividad cuando en realidad es enfado, nerviosismo cuando en realidad hay alegría… quizás, como adultos seamos capaces de ver esto y de ponerle nombre a lo que nos sucede, pero para los más jóvenes esto no es posible.
Y el trabajo en emociones no sólo es poder nombrarlas (lo cual es muy importante), sino que también hay que aprender a mapear su intensidad. Hoy en día existen muchos libros que nos ayudan en este proceso, sobre todo para los más pequeños.
Desde Orukami Psicología, hay dos libros principales en este trabajo, que utilizamos con los más pequeños. Estos son: “El emocionómetro del Inspector Drilo” de la autora Susanna Isern; y “El monstruo de colores” de Anna Llenas. De esta forma podemos aprender a explorar, nombrar e identificar todas las emociones, la mezcla de ellas, los diferentes estados que atravesamos cuando estamos de una forma o de otra, incluso qué podemos hacer con todo esto que nos pasa, de una forma amena, amable y creativa. De esta forma, podemos dotar de recursos a nuestros pacientes, hasta cuando sentimos que las emociones nos desbordan (intensidad). Por supuesto, nuestra labor como terapeutas es guiar en este proceso, recoger las emociones que no han sido vistas o reconocidas nunca por nadie, o que ni si quiera somos capaces de reconocer en nosotros mismos. Ponerles nombre, mapear nuestro cuerpo con cada emoción, anticipar ciertas consecuencias derivadas de emociones muy intensas, poder ver para protegernos… Queremos que este sea un espacio seguro donde poder sentir y nombrar todo lo que nos pasa.
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