03 Feb Terapia, ¿por qué nos cuesta empezar?
Seguro que en algún momento has estado pensando en ir al psicólogo. Todos en algún momento de nuestras vidas nos encontramos mal o no sabemos identificar qué nos está pasando, y pensamos que quizás un profesional pueda ayudarnos. ¿Pero por qué no llegamos a pedir ayuda?
Acudir a un profesional supone aceptar que nos está pasando algo, y además supone aceptar que no hemos conseguido solucionarlo por nuestra cuenta.
Realmente, esto es normal. ¿Por qué deberíamos saber o poder solucionar todo? Pero cuesta mucho aceptar este hecho… muchas veces tenemos un sentido de la exigencia y/o responsabilidad muy alto que no nos permite pedir ayuda. O incluso sentimos que pidiendo ayuda nos mostramos vulnerables, y para muchos mostrarse vulnerable es sinónimo de debilidad.
También hemos escuchado de algunas experiencias de personas que han acudido o acuden al psicólogo, con mejores y peores experiencias. Hay gente que habla maravillas de sus procesos, y otros que dicen que no les ha servido para nada.
Es una experiencia única en cada persona, y cada proceso tiene sus propias particularidades. Aunque la forma de trabajo del profesional siga una línea concreta, cada paciente es un mundo, y cada uno tiene un tratamiento especial y particular.
Todo esto está muy bien, pero… ¿cuál es la mayor dificultad a la que nos enfrentamos a la hora de decidir acudir a un profesional?
Todos tenemos historias personales más o menos complejas, y un pasado con aspectos pendientes de recolocar. A veces, prestar atención a todo esto que está pendiente puede ser realmente doloroso y difícil. Y es por esto que aparecen los síntomas (ansiedad, depresión, somatizaciones…). La presencia de estos síntomas nos pone de relieve que hay temas que debemos atender, ya sean del presente o momento actual, o de un pasado (más o menos lejado) pendiente de recolocar. Ya Sigmund Freud y Carl Jung hablaban de esto hace muchos años. Hay dolencias o síntomas que se mantienen anestesiados durante mucho tiempo hasta que, inconscientemente, estamos preparados para prestarle atención y ocuparnos de ellas. A veces somos capaces de identificar por qué nos sentimos mal en este momento, y otras veces solo sabemos que estamos mal aunque no podamos establecer un origen a esta situación. Ese es el momento de acudir a terapia. Aprendamos a escuchar a nuestro cuerpo, a respetar la aparición de los síntomas, y a comprender y acompañarnos en este proceso.
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