Terapia, ¿por qué nos cuesta empezar?

Terapia, ¿por qué nos cuesta empezar?

Seguro que en algún momento has estado pensando en ir al psicólogo. Todos en algún momento de nuestras vidas nos encontramos mal o no sabemos identificar qué nos está pasando, y pensamos que quizás un profesional pueda ayudarnos. ¿Pero por qué no llegamos a pedir ayuda?

Acudir a un profesional supone aceptar que nos está pasando algo, y además supone aceptar que no hemos conseguido solucionarlo por nuestra cuenta.

Realmente, esto es normal. ¿Por qué deberíamos saber o poder solucionar todo? Pero cuesta mucho aceptar este hecho… muchas veces tenemos un sentido de la exigencia y/o responsabilidad muy alto que no nos permite pedir ayuda. O incluso sentimos que pidiendo ayuda nos mostramos vulnerables, y para muchos mostrarse vulnerable es sinónimo de debilidad.

También hemos escuchado de algunas experiencias de personas que han acudido o acuden al psicólogo, con mejores y peores experiencias. Hay gente que habla maravillas de sus procesos, y otros que dicen que no les ha servido para nada.

Es una experiencia única en cada persona, y cada proceso tiene sus propias particularidades. Aunque la forma de trabajo del profesional siga una línea concreta, cada paciente es un mundo, y cada uno tiene un tratamiento especial y particular.

Todo esto está muy bien, pero… ¿cuál es la mayor dificultad a la que nos enfrentamos a la hora de decidir acudir a un profesional?

Todos tenemos historias personales más o menos complejas, y un pasado con aspectos pendientes de recolocar. A veces, prestar atención a todo esto que está pendiente puede ser realmente doloroso y difícil. Y es por esto que aparecen los síntomas (ansiedad, depresión, somatizaciones…). La presencia de estos síntomas nos pone de relieve que hay temas que debemos atender, ya sean del presente o momento actual, o de un pasado (más o menos lejado) pendiente de recolocar. Ya Sigmund Freud y Carl Jung hablaban de esto hace muchos años. Hay dolencias o síntomas que se mantienen anestesiados durante mucho tiempo hasta que, inconscientemente, estamos preparados para prestarle atención y ocuparnos de ellas. A veces somos capaces de identificar por qué nos sentimos mal en este momento, y otras veces solo sabemos que estamos mal aunque no podamos establecer un origen a esta situación. Ese es el momento de acudir a terapia. Aprendamos a escuchar a nuestro cuerpo, a respetar la aparición de los síntomas, y a comprender y acompañarnos en este proceso.

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