20 Oct Sobre las emociones (parte IV): la alegría
Cuando hablamos de emociones solemos poner el foco en las más conflictivas o difíciles como pueden ser la tristeza, el miedo o el enfado. Pero también existen emociones satisfactorias o placenteras que guían nuestra conducta y nuestro estado de ánimo de la misma manera.
La alegría está relacionada con el placer, la satisfacción y nos genera bienestar. Es una emoción más social que nos invita a compartir con los demás. Refuerza los aspectos positivos y contribuye a nuestra motivación: buscamos metas, nos une a los demás, nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos. Contribuye al optimismo y nos ayuda a tener una visión más positiva de las cosas. La alegría no es un estado permanente, como no lo son ninguna de las emociones, pero sí que es una emoción que aparece de manera más constante en personas con mayor índice de bienestar.
Nuestra relación con la alegría también se cultiva a través de nuestra historia y nuestro contexto: la manera en la que la expresamos, la sentimos o la canalizamos viene moldeada por muchos factores ¿cómo sientes tu la alegría? ¿la compartes o te la guardas? ¿la reprimes o la disfrutas? ¿la expresas? ¿de qué manera?
Hay alegrías que no son tan positivas, como cuando utilizamos esta emoción para esconder otra, o la fingimos como forma de protegernos ante los demás. También se siente una alegría desmedida en procesos patológicos como la manía, donde el cuerpo genera un estado de actividad fuera de lo normal y la persona se siente alegre de una manera desligada de la realidad y poco adaptada a lo que está ocurriendo.
Emociones relacionadas con la alegría serían sentirse orgulloso, aceptado, inspirado, amoroso, confiado, importante, poderoso, enamorado…
Entender qué cosas/personas/situaciones nos despiertan alegría significa vivir ajustado con elementos que contribuyen a nuestro bienestar y nos permite buscarlos y alcanzarlos. Nos merecemos vivir una vida con cosas que nos generen bienestar.
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